En De la intemperie, a partir del sentimiento de la fragilidad en la que el ser humano se halla en el mundo, el poeta busca las señales de la gracia, un territorio que pudiera ser morada y consuelo, memoria y jardín. Pronuncia, para ello, las sílabas del anhelo y de la fraternidad, al encuentro de los seres próximos, de los derrotados, de los lugares de la plenitud. Lirismo y meditación, recogimiento y búsqueda de lo otro y de los otros se dan la mano a través de un lenguaje depurado, que trata de ser sugerencia y susurro en la urdimbre de un texto que se ofrece como morada frente a tanta intemperie.
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