Entre los papeles de José María Millares Sall (1921-2009) que quedaron tras su muerte, destaca este Krak que el escritor se preocupó de dejar listo para su publicación, apenas unos meses antes de su fallecimiento. En Krak reunió los textos más atrevidos y los de mayor fuerza poética de ese período último —arriesgado como ninguno antes— de su trayectoria. Y les otorgó una juiciosa unidad.
Pero, ¿quién es Krak? Difícil responder. No se trata de un ser cuya entidad específica pueda ser descrita, sino de una criatura extraña, de una fuerza desatada, que siembra el caos a su alrededor. Espíritu, antes que personaje, que deambula por la vida y por la escritura de nuestro poeta, surgido de no se sabe dónde: él, sin embargo, aseguraba haberlo visto, haber mantenido una rara relación de amor-odio con semejante ser, cuando éste —hacia el otoño de 2008— lo visita por vez primera. Un espíritu que perturba y desordena el buen orden del poema, y que, al propio tiempo, genera disturbios sin cuento en el ya de suyo intranquilo vivir de los últimos días de nuestro escritor. Desde que Krak entra en la vida (y en la poesía) de José María Millares, acomete —con brutalidad burlona— al ya frágil y debilitado escritor que, gracias a intruso tan impertinente, recibe la fuerza necesaria para cumplir un descarado y descarnado ajuste de cuentas consigo mismo y con la poesía habitual que encuentra en torno suyo: cada poema, un bastonazo inmisericorde. ¿Qué poeta, entre los españoles de esa edad, se ha atrevido a tanto?
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