Esta es mi prisión delicada.
No me salvéis.
Aquí yacerá la que pudo haber sido Ophelia.
Inventadme un epitafio que se oculte bajo el musgo.
Tengo algo que evocar.
¿Qué hay más allá de los veinte centímetros que miden tus ojos en esta prisión delicada? Un encierro luminoso donde la belleza se prueba los disfraces de las mujeres que una vez se rebelaron contra lo convencional, como en un simulacro escénico. Un canto sensible secundado por antiguas voces que reivindican su contemporaneidad. Porque al fin y al cabo todo permanece igual; el amor, el odio, las miserias, la conciencia, el perdón y el erotismo. Nada cambia lo humano, salvo su lenguaje y su vestido.
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